viernes, 7 de junio de 2013

Homilía - Sagrado Corazón de Jesús

El viernes después del Corpus Christi celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Hoy es ese día. Y lo hacemos en el marco del Año de la Fe, donde a todos nosotros se nos invita a ser más sensibles en lo que toca a la fe, la relación con Dios y con su Iglesia. Este año quiere ser provocación personal, para estar un poco más cerca del Señor, alimentar nuestra fe, educar en la fe, etc.,… que nuestra relación con Cristo sea como ese viento que dirige nuestros pasos, nuestro seguimiento a Cristo que es pobre y humilde.
            Es el día en el que celebramos el afecto de Dios por todos nosotros, por todos, nadie queda fuera de su dilatado corazón. Afecto que nace de un corazón enamorado por la humanidad que ha sido creada por Él mismo. Dios Padre por amor nos creó, mucho antes de que nosotros le amáramos, Él nos amó primero, y porque nos amó, nos creó.
Esto es más que un tópico, unas bonitas palabras, o incluso un juego de palabras, no es ni un juego ni solo palabras, sino la certeza que muchos podemos confesar cada día pues nos sentimos apoyados, animados, enamorados, alegres, entusiasmados, enviados, desbordados, protegidos, ensimismados y alterados,… En el Señor tenemos puesta nuestra confianza –aunque siempre limitada por nuestra condición humana- porque en Él sentimos al Amigo que nunca falla. Ojalá no solo sintamos, sino que desde dónde nos movamos, desde la clave desde la que amemos a otros, ojalá tanto como Él a nosotros, ¿qué mejor testigo, referente o patrono, que el mismo Hijo de Dios para comportarnos?
Y es que en el centro de su persona, está su corazón, de donde irradia toda su Pasión, la que siente por el Padre que es la que le lleva a la Pasión, sin tener en cuenta los efectos secundarios de la misma, sabe que “el grano de trigo sino muere no da vida”. El martirio es la clave de su testimonio de fe. Su vida es una vida entregada, dada; sin reservas ni miserias nos entrega lo que es: su cuerpo y su sangre, su vida, Él es el “pan de Vida”. Su misión, su razón de ser, es vivir descentrado, siempre “disminuyendo”, siempre poniendo el ser humano por encima de la ley, el amor por encima del interés. En el corazón de Jesús está el centro de su misericordia, el amor más humano y a la vez más divino, es decir, su auténtica “personalidad”.
Su Corazón está, como en el de todos nosotros, en su cuerpo y ese cuerpo lo recibimos en la Eucaristía, es el Pan que no sacia nuestra hambre fisiológica, por eso no es un pan que hemos de recibir por rutina, pero alimenta nuestro ser, nuestro pequeño corazón muchas veces débil y herido. Es ahí en el pan donde nosotros tenemos que mostrar nuestro acatamiento, nuestra obediencia, nuestra adoración, nuestra fe, etc.,… Las palabras más sinceras y más auténticas surgen del cruzar la mirada frente a frente con Él. Las corazonadas sin doblez, más humanas y al mismo tiempo más divinas se reproducen de la relación cordial que tengamos con Jesús.
Y, el corazón está situado en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Todo el interés del Señor está en sus hijos, por sus hijos. No obstante, Dios tiene puesto su corazón en toda la humanidad, ojalá toda la humanidad estuviera cerca del Señor, fuera su Iglesia, ojalá la Iglesia camine hacia esa nueva humanidad en la que todas las cosas serán nuevas, ojalá seamos el Reino de Dios, Jesús mismo, por la comunión explícita que mantengamos corazón a corazón con Él, cuerpo a cuerpo. Ojalá seamos evangelio, buena noticia siempre.
Y en el Corazón de Jesús está María, su Madre. Precisamente mañana celebraremos el Inmaculado Corazón de María. Su corazón es un corazón traspasado por el dolor, pero también por la alegría y el gozo, de toda su historia cerca de Jesús, una historia de salvación, que como ella misma expresa, se sienta esclava, presa, atada a la cruz del Señor, porque de ahí procede el amor más puro, más profundo, más tierno, más veraz.
Ojalá para todos nosotros la devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos ayude a identificarnos con la humanidad de Cristo, nos identifiquemos con Cristo, para que nos sintamos seducidos por su amor y podamos llevar a otros al conocimiento de esta verdad, para que más conociendo, más amemos y sigamos. No solo por nuestro bien, sin para bien de toda la humanidad.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

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