Cuando nos encontramos en la recta
final para la clausura del Año de la Fe,
el Papa Francisco nos receta Misericordia y para ello reparte una caja con un
rosario y las letanías de la coronilla de la Divina Misericordia. A esta
medicina le ha dado en llamar misericordina.
El
Santo Padre nos invita al Amor, el Perdón y la Fraternidad. Más que palabras
que provocan acciones, son frutos que resumen todos los que hemos podido
recoger durante estos últimos trece meses. En el Año de la Fe hemos venido considerando sobre la hondura de nuestra
fe: ¿cómo poderla alimentar más y mejor para que por la fe podamos contemplar
el rostro del Señor en nuestro prójimo? O, desde la parroquia, la familia, la
escuela; ¿cómo educar hoy en la fe?
La Iglesia universal,
desde que el papa Benedicto XVI proclamó el Año
de la Fe (12 de octubre de 2012), ha realizado acciones muy concretas y
nuestra diócesis vallisoletana también. Ya con anterioridad se convocó al
Sínodo de los Obispos en Roma cuyo tema trató sobre la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe. Cuya exhortación
postsinodal Evangelii Gaudium, el Gozo del Evangelio entregará el Papa en la
Misa de Clausura del Año de la Fe. También se agregó al grupo escogido de los
doctores de la Iglesia al presbítero español San Juan de Ávila, prototipo de la
llamada universal a la santidad (cf. LG 39-42) que todo cristiano recibe y que
es clave de la evangelización de ayer, hoy y siempre.
Este ha sido un
tiempo para hacer memoria de los 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II y los 20 años de la
presentación del Catecismo de la Iglesia
Católica. Pero más que efemérides, hemos querido volver a releer y
reflexionar todos estos documentos que siguen siendo básicos para caminar
unidos como Iglesia en el mundo de hoy.
Desde el punto de
vista catequético, y de modo telegráfico, podríamos concretar algunos frutos
del Año de la Fe. La Iglesia es el
sujeto primario de la evangelización que invita a la conversión y al
seguimiento de Cristo. Tú, catequista, has sido llamado dentro de ella, tienes
vocación, vive en intimidad con Cristo y da testimonio alegre de tu fe. Tómate
muy en serio tu formación: no debes seguir haciendo lo de ayer, necesitas
renovarte para presentar la persona de Jesús tal y como nos lo enseña la
Iglesia. Hoy más que nunca es necesario que resaltes la dimensión misionera de
la catequesis, que vivas y enseñes a vivir la fe como un don. Entonces sí,
podremos presentar a Cristo como la luz para el mundo y la luz de la fe.
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