lunes, 16 de junio de 2014

SACRAMENTOS PASCUALES

       
          El tiempo de la Pascua es el más indicado para recibir los sacramentos que nos inician cristianamente. Sabemos que del costado del Señor en la cruz brota agua, símbolo del bautismo, y de sus llagas la sangre que a su vez simboliza la Eucaristía.
            Por el bautismo entramos en la Iglesia. La pila bautismal se puede asemejar al útero materno que no deja de engendrar hijos, hijos de Dios, hijos de la Iglesia. “El bautismo es un don de Dios para el hijo y también para los padres. Los padres han de ser conscientes de que al pedir el bautismo para sus hijos, se comprometen a educarlos en la fe, a través de la palabra y del testimonio de su vida; para ello cuentan con la ayuda de los padrinos, la comunidad cristiana, la escuela católica y la enseñanza religiosa escolar” (n. 3 DIC)
Por medio del sacramento de la confirmación recibimos el don del Espíritu Santo, que fue enviado por el Señor sobre María y los Apóstoles el día de Pentecostés. Por esta donación nos configuramos más perfectamente con Cristo y nos fortalecemos con su poder para poder dar testimonio de Cristo y edificar su Cuerpo en la fe y en la caridad (cf. RC 1, 2)
Por el sacramento de la Eucaristía nos unimos íntimamente a Jesús y a su Iglesia: al comulgar su Cuerpo y su Sangre, nos adherimos muy estrechamente a su Vida. La vida de fe es una vida de compromiso, puesto que al recibir al Señor tenemos que dar testimonio de su presencia dentro y fuera de nosotros.

Todos estos sacramentos están íntimamente unidos entre sí. Ya desde los recién casados, o incluso desde antes, cuando se comienza a pensar en un proyecto para la vida de una pareja en la que Dios tiene cabida, hay que desarrollar ese germen de fe que Dios ha depositado en nosotros. La vida comienza así, minúscula, pero gracias a nuestra disponibilidad el Señor obrará maravillas (cf. Lc 1, 49).

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