martes, 11 de noviembre de 2014

Desde la parroquia "San Ildefonso" de La Cistérniga nos llega:

Lo más importante que tenemos en la Iglesia

Los niños que van a hacer este año la Primera Comunión, que son 93, lo saben bien. Que lo más importante que tenemos en la Iglesia, no son las obras de arte, ni los edificios, ni el dinero, ni siquiera las actividades... sino que lo más importante y lo más grande es la presencia de Jesús en la Eucaristía, misterio de amor y de comunión. 

Por eso, este es ya el segundo año, que para adentrarnos en la preparación a este sacramento tan hermoso, el Sacramento de nuestra fe, llevamos a los niños a hacer vino y hacer pan. Víctor se encarga de traer las uvas tintas, y en un barreño echamos las uvas y vamos metiendo niños de dos en dos, que dando vueltas pisan el fruto preciado, y va saliendo el mosto. Las uvas, para dar vino, tienen que romperse, ya no queda nada de ellas... y ¡qué rico está luego el mosto y el vino! Romperse, entregarse para ser signo de alegría y de fiesta.

Lo había en todas las casas, eran y son alimentos básicos, elementales... y por eso Jesús quiso quedarse en el pan y en el vino, que son signos del trabajo y el esfuerzo, y la alegría y la fiesta. Todos querían meter los pies en el barreño, pero no fue posible, y sólo algunos privilegiados sintieron eso que se siente al pisar la uva.

Después fuimos a la panadería La Toñi, regentada por Félix y Mª José. Desde que se entra hay un delicioso olor a pan y a pastas y a magdalenas y... las delicatesen de Mª José. Allí hacen unas 5.000 barras diarias, y Félix, con tan buen hacer y tan buen humor como tiene siempre, se levantó para explicar a los niños cómo se hacía el pan. Porque hay que decir que él duerme de día y trabaja de noche, por eso se levantó. Les enseñó el trigo, la harina, la amasadora, la reposadora, el horno... y al final dio a cada uno un trozo de masa y un bollo de pan. Varios fueron los que al llegar a casa lo acompañaron con un trozo de chorizo. El pan nos recuerda el trabajo y el esfuerzo de los hombres, el  horario del panadero, la transformación que sufren los granos de trigo... Desde que lo vemos, ya evoca el cuerpo y la presencia del Señor. Pan y vino sobre el altar son ofrenda de amor, cantamos de vez en cuando en esta hermosa dinámica, para no olvidar todo el amor que expresan estos dones, y una vez que se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús, el mayor amor. También entendieron los niños lo que significa “ser más bueno que el pan”.


Acompañamos así, con este gesto a los 93 que van a hacer la Primera Comunión en nuestra parroquia, y a sus padres y catequistas, que van a renovar con ellos el don más grande y más importante que tiene la Iglesia: la presencia de Jesús en la Eucaristía. 


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