domingo, 16 de noviembre de 2014

LA ALEGRÍA DE FRANCISCO E IGNACIO



“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (EG 1). Esta es la convicción esencial del papa Francisco, cuya inspiración también está en San Francisco: “Dichoso quien no tiene más gozo y alegría que las palabras y obras del Señor”.

Para el papa la alegría es obra del Espíritu Santo, la cual procede del corazón abierto de Jesús resucitado (cfr. 2). Él, como buen jesuita, conoce muy bien la espiritualidad ignaciana, bebe de ella; por eso muchas de sus palabras surgen de la experiencia de quien vive desde la onda de los Ejercicios Espirituales al estilo de San Ignacio de Loyola. Precisamente la alegría para Ignacio, y por ende para Francisco, es la “consolación espiritual”, es decir, la “alegría interior que estimula y atrae hacia las realidades celestes y la salvación del alma, dándole tranquilidad y paz en su Creador y Señor” [EE 316].


Afirmamos que el encuentro con Cristo es el único capaz de suscitar esta alegría. El papa Francisco, siguiendo a su antecesor, en la encíclica Deus caritas est (n. 1), expresa: “No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: ‘No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva’” (EG 7). 

El papa Francisco sabe por experiencia personal que, como escribe San Ignacio, el Señor llama a los discípulos, para estar con Él (cf. Mc 3, 14), en un contexto “humilde, hermoso y agradable” [EE 144]. En este sentido Francisco desea que la Iglesia, martiría, sea testigo alegre de la Buena Noticia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario